miércoles, 15 de mayo de 2019

Porque te quiero, pero yo me quiero más.

Es hora de decirte adiós, aunque no pueda. Aunque me duela.  Es hora de decirte adiós, aunque sepa que estaré vacía durante un tiempo.


Al principio dolerá, pero tengo fe en que el querido amigo, llamado tiempo, sea capaz de tornar esto en una simple molestia, que elimine el peso que oprime mi pecho con cada una de las palabras que están saliendo de mi mente ahora mismo.

Es hora de despedirme de mi sitio preferido del mundo, donde todos los problemas desaparecían. Es hora de decir adiós a mi banda sonora favorita. Es hora de despedir esos atardeceres eternos y esas mañanas sin fin.


 Porque sí, es hora de decirle adiós a tus brazos, a tu risa y a tu compañía. Es hora de olvidarme de esa entrañable sensación de estirar el brazo en la cama y notar tu calor en las sábanas cuando te acabas de levantar.

Es hora de ser realistas. 

Es hora de decirte adiós para correr en direcciones opuestas, pero aferrándome con esperanza a que el globo esférico en el que vivimos, nos vuelva a unir en un punto opuesto de este planeta. 

Es hora de afrontar que habrá recuerdos imborrables, pero que se irán oscureciendo con el tiempo. De enfrentarme a esa extraña sensación de reprimir las ganas de hablarte o de levantar el teléfono para escuchar tu respiración al otro lado de la línea. De dejar de esperar que un mensaje tuyo ilumine mi pantalla.  De luchar contra mi misma y en contra del reloj. 


Es hora de reconocer que te quiero, que te quiero mucho, mucho más, de lo que nunca he querido a nadie; pero también es hora de reconocer que yo me quiero más.