viernes, 22 de agosto de 2014

Dentro de mi misma.

A veces cuando me refugio en la oscuridad de mi cuarto, bajo el cobijo de mi almohada, la realidad empieza a caer como un plomo sobre mí. 
No es que no me guste la realidad en la que vivo. Es mi realidad, lo que yo me he construido, lo que yo he criado... pero aún así, es inevitable pensar que a veces se estuvo mejor.
Si algo extraño de una época de mi vida en la que me consideré feliz, es aquella sensación de PLENITUD. Aquella sensación de sentirme viva, de estar en sintonía conmigo misma y con el mundo. Bueno.. seamos sinceros: conmigo misma no estaba en sintonía 
Pero no fue mi culpa. Me dejé influenciar demasiado por alguien que no me convenía, por alguien de quien estaba enamorada. 
Y entonces, pensando en esa época de mi vida (dejando de lado aquel descontrol interno que tenía conmigo misma) me pregunto si lo que provocaba aquella sensación de PLENITUD era aquel sentimiento tan intenso que irradiaba por los poros o si, realmente, era aquella persona la que conseguía que todo fuese una sinfonía perfecta.
Supongo que no era el momento, ni tampoco la persona. Antes buscaba de una forma un tanto anhelante esa sensación. La buscaba a cualquier hora, en cualquier lugar, sobre cualquier persona. Pero entonces... sólo entonces, me dí cuenta de que estaba cometiendo un error bastante grave, un error que me impedía volver a encontrarla: Aquella sensación de plenitud había existido siempre, se hallaba en las personas que me rodeaban a diario, en familias y amigos. 
Pero sobretodo, el gran fallo fue no empezar a buscar esa sensación dentro de mi misma.


sábado, 16 de agosto de 2014

Dos desconocidos.

Éramos dos desconocidos... bueno, más bien yo lo era para ti. Sabía exactamente cuál era el tono de tu risa. Sabía exactamente cuál era el color de tus ojos. Me conocía con total exactitud cuáles eran los matices de tu pelo y sabía perfectamente los motivos de cada una de tus sonrisas.
Pero como he dicho antes, yo solo era una desconocida para ti, una más. Alguien que pasaba desapercibida ante tu mirada. Pero de repente todo cambió. Un mensaje recibido que desencadenó una duradera sonrisa.
Te puedo jurar que hasta ese momento jamás podía pensar que un simple "hola" podía desencadenar tantos sentimientos. "No es el mensaje, es quien lo manda." y cuánta razón tenían...
Desde ese momento no quise reconocerlo; aún hoy día creo que no me atrevería. Un sentimiento empezaba a nacer dentro de mi. No se si era el miedo, la vergüenza o la timidez, o simplemente un poco de cada; sólo sé que al final todo volvió al principio. Cuando tan solo éramos unos desconocidos el uno para el otro.


Porque al final tu también resultaste ser un desconocido para mí, como esos enigmas difíciles de resolver. Pero aún así, conservo esas ganas de que esta vez ese "hola" se siga repitiendo todos los días.