No recuerdo lo que hice ayer, ni antes de ayer. Apenas recuerdo como me llamo ni cuanto tiempo he estado dormida. No sé dónde me encuentro. Es todo tan extraño...
Entonces en mi cabeza empiezan a martillear recuerdos que pensé ya olvidado. Recuerdos de hará un par de años. Ahora estaréis confusos. Sin saber a que me refiero exactamente. Por eso intentaré forzar algo más mis recuerdos para poder sacar de ellos algo lo suficientemente coherente para que lo entendáis.
Era una mañana de primavera. Cuando me desperté tuve que volver a cerrar los ojos porque los tímidos rayos de sol que entraban por mi ventana me cegaban. Alzé la vista a mi mesita de noche para coger el teléfono como de costumbre. Fue entonces cuando mi corazón quiso salirse del pecho al ver que esa persona tan especial para mi, me invitaba a pasar una noche juntos de risas y baile.
Esperé impaciente todo el día hasta que la noche cayó. Me puse todo lo guapa que pude y salí de casa con una de mis mejores sonrisas. Aquella noche comenzó nuestra histo... perdón... no puedo seguir hablando de esto... mis palabras me martillean la cabeza como si de agujas se tratasen.
Es ahora, cuando veo todo lo que duele esto cuando recuerdo el por qué estoy aquí y ahora. El por qué estoy atada a una cama de hospital y con el calmante lo suficientemente alto para no poder mover ni un solo músculo.
y os preguntaréis por qué, ¿verdad?. La otra noche, cuando esa persona especial salió de mi vida, lloré durante horas, me sentí inferior e...intenté hacer una locura.
He aquí mi mundo. Ven, no tengas miedo. Pasa, dame la mano y acomódate. Escucha con el corazón...bueno, más bien, lee con él. Lo demás vendrá solo; simplemente disfrútalo, imagínalo.
domingo, 28 de abril de 2013
miércoles, 10 de abril de 2013
Vivir deprisa.
Y de pronto todo se encendió. Mis ojos volvieron a descubrir
un mundo que creía ya olvidado. Era como volver a nacer, a conocer todos y cada
uno de los detalles que me rodeaban. El olor de una rosa, el color del campo,
el ruido de las olas rompiendo en la arena….pero sobretodo, la magia de las
estrellas.
Todas y cada una de las cosas que he nombrado ahora pasan
desapercibidos a la vista de cualquiera. Estamos demasiado preocupados en
nuestro día a día por todo lo que debemos o tenemos que hacer, que dejamos de
darle importancia a todas y cada una de las cosas que la naturaleza nos va
aportando y regalándonos. Vivimos demasiado deprisa como para detenernos en
cada uno de esos detalles, fijándonos en las formas de las cosas y, perdiendo
así, su esencia.
Tengo que reconocer que poder apreciar cada una de estas
cosas resulta realmente… fascinante. Te llenan de tal manera que es inevitable
sonreír.
Yo también era una más, una de esas personas que se toman
esto de la vida a modo de carrera, que no quieren disfrutar del paisaje ni del
camino hasta no haber conseguido el cúmulo de objetivos que se ha marcado.
Hasta que de pronto… algo me frenó.
Algo me detuvo, me hizo mirar a otro lado, paralizándome en
décimas de segundo. Alguien se cruzó en mi camino. Alguien que rompió mis
esquemas de forma inexplicable.
No sé qué hacía allí aquella persona ni quien la colocó en
mi camino. “Quizá fue el destino” pensé. Pero había algo que seguía sin entender…
¿por qué ahora? ¿Por qué en ese preciso momento? Lo único de lo que estoy
completamente segura es de que esa persona me hizo cambiar mi rumbo y mi
velocidad.
Aquella persona me enseñó a ver la esencia de cada una de
las cosas que me rodeaban. Podía ver cada una de las tonalidades de los
colores, podía apreciar cada uno de los sonidos que llegaban a mis oídos de mi
alrededor y podía estar atenta a cualquier detalle por insignificante que
fuera.
Esa persona que el destino colocó en mi camino en ese
preciso momento, me dejó ver que con ella, no me hacían falta las prisas, que
un abrazo o un beso, están cargados de sentimientos. Que no debo ocultar esa
tonalidad roja de mi cara cada vez que me mira y me sonríe. Simplemente ser yo
misma. Ese fue el factor que provocó que en ese preciso momento todo cambiara.
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