martes, 27 de diciembre de 2011

# A eso que llamabas infancia.

Últimamente echó de menos eso que se disfruta por un tiempo. En ese tiempo eres ciego, un ciego que no entiende de razones, que si se cae le recogen, que si llora le consuelan, uno al que le gusta sentir la brisa en la cara al resbalar por el tobogán. En esa etapa de tu vida, todo lo que ves te parece bonito, los problemas pasan desapercibidos ante tu mirada, no entiendes de nada que no sean bolas, juguetes o libros para colorear. Luego te das cuenta de que hace ya más de 4 años de eso y empiezas a añorarlo…
Empiezas a darte cuenta de que la vida no es nada más y nada menos que un camino, un camino duro en el que te encuentras obstáculos que debes saltar solo y con ayuda, uno en el cual te llevas palos que te tiran al suelo, golpes que te dejan sin fuerzas para seguir caminando, pero entonces te das cuenta de que como no te levantes, las demás personas que van detrás de ti, te pisotearan y te quedarás estancado para siempre.
También te das cuenta de que la vida es un juego, uno de supervivencia en el que evitamos el sufrimiento a toda costa.
Empiezas a ver los problemas de otra manera, piensas que el mundo está en contra tuya y que no se puede hacer nada por solucionarlo; madurez. Necesitas pasar página, cerrar un capítulo pero no sabes cómo y te desquicias…
Intentas expresarte y cuando crees que has encontrado a la persona perfecta, tus planes se desmoronan es un solo segundo. Lo único que quieres es que te entiendan para entenderte, pero por mucho que lo intentas, nada más que consigues llantos y enfados…
Por eso a mi corta edad lo único de lo que estoy segura es que hay que vivir con la mayo felicidad posible.

jueves, 8 de diciembre de 2011

# Ellas también te echan de menos.

Tres de la mañana, tumbada en mi habitación, contando las horas, los minutos, los segundos que me faltan para verte. Se hacen largos, muy largos, como si nunca quisieran pasar, como si jamás quisieran llegar. Suspirando y recordando fuertemente aquellos abrazos, aquellos besos y tu sonrisa junto a la mía. Extrañando esos intensos recuerdos cercanos.
Siento un extraño cosquilleo en las manos, como una extraña necesidad. Después pienso y caigo: ellas también te echan de menos.
Echo la vista atrás e intento recordar cosas, saber en que momento exacto comenzó todo. Empiezo a recordar esos días que pasabamos hablando, aunque fueran bromas, risas o simples chorradas. Recuerdo todas esas sonrisas que se me quedaban grabadas. Y así uno tras otro, hasta que un día sin quererlo, escribí tu nombre en un papel.
Sí, fue ese día. El día en el que todo lo de mi alrededor empezó a cobrar vida, el día en el que algo encendió esa felicidad en mí, el día que deseaba con todas mis fuerzas que tu sintieras lo mismo. Sí, ese fue el día.