miércoles, 1 de diciembre de 2021

Una carta de amor anónima.

 A veces me pregunto cómo de fuerte es la mente humana para discernir y separar lo que existe de verdad y lo que creamos nosotros mismos en base a nuestras intuiciones y percepciones. Muchas noches sola en mi habitación, tumbada en mi cama, empiezo a divagar y a sumergirme en "dimensiones paralelas" que se crean en mi cabeza a raíz de una decisión tomada. 

¿Qué habría pasado si hubiésemos actuado de forma diferente, si la cara de la moneda hubiera caído hacia el otro lado? Y cuando estoy ahí, imaginando y sumergida en mi propia fantasía, el golpe de realidad llega e impacta en el medio. Justo donde más duele.

Os diré y os contaré aquí en petit comité que ser una persona pasional en lugar de racional no es un privilegio - ni mucho menos- en la mayoría de ocasiones. Y no me refiero a no recibir lo que doy. Doy lo que soy y eso no va a cambiar nunca por muchos palos que me de la vida.

Pero tú... llegaste sin darme cuenta, aún cuando te tenía delante de mis narices. Y te deslizaste hasta un lugar de mi pecho donde solo poquitas cosas llegan, donde las cosas se marcan a fuego y es muy difícil (por no decir imposible) volver a salir de ahí dejándolo todo impoluto como si nada hubiera pasado.

Muchos me decían y me repetían incesantemente que era difícil, que sería imposible y, cuando iba la vencida, al final resultó que fuimos nosotros quienes nos dimos por vencidos.

No tengo miedo al fracaso, pues la vida me ha enseñado a levantarme siempre una vez más. Pero es difícil convivir con toda esta electricidad y energía que me golpean con tanta fuerza y que me recorren el cuerpo cada vez que te veo, incluso cuando me convenzo a mi misma (o al menos lo intento) de que en mi discurso interno ya es correcto hablar en pasado.

Pero resulta que no, que eres mi presente de indicativo, de subjuntivo, mi pretérito perfecto y hasta mi futuro simple. Porque contigo no habrá tiempos verbales suficientes en castellano ni formas adecuadas en las que expresar todo lo que me haces sentir con tan solo rozarme la piel.

Que eres mi realidad más viva y pura, esa en la que quiero vivir todo lo que la vida me permita. Y sé que volverán a decir que es difícil o imposible, y aunque a veces piense que no merezco algo tan bueno, volveré a hacer oídos sordos y lucharé por lo que realmente quiero. Lucharé por ti, por mi, por los dos y por los momentos vividos a los que me agarro como un clavo ardiendo. Porque aunque queme, ese dolor es mi forma de confirmar que lo que hemos vivido era de verdad y que no son recuerdos inventados fruto de la imaginación de una dimensión paralela que veo con total nitidez mientras estoy tumbada sobre la cama de mi habitación divagando.

Porque hace mucho tiempo que comprendí y escribí que todos los (mis) caminos llevan a ti, y a Roma... a Roma que le den por culo.


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