miércoles, 10 de abril de 2013

Vivir deprisa.



Y de pronto todo se encendió. Mis ojos volvieron a descubrir un mundo que creía ya olvidado. Era como volver a nacer, a conocer todos y cada uno de los detalles que me rodeaban. El olor de una rosa, el color del campo, el ruido de las olas rompiendo en la arena….pero sobretodo, la magia de las estrellas.
Todas y cada una de las cosas que he nombrado ahora pasan desapercibidos a la vista de cualquiera. Estamos demasiado preocupados en nuestro día a día por todo lo que debemos o tenemos que hacer, que dejamos de darle importancia a todas y cada una de las cosas que la naturaleza nos va aportando y regalándonos. Vivimos demasiado deprisa como para detenernos en cada uno de esos detalles, fijándonos en las formas de las cosas y, perdiendo así, su esencia.
Tengo que reconocer que poder apreciar cada una de estas cosas resulta realmente… fascinante. Te llenan de tal manera que es inevitable sonreír.
Yo también era una más, una de esas personas que se toman esto de la vida a modo de carrera, que no quieren disfrutar del paisaje ni del camino hasta no haber conseguido el cúmulo de objetivos que se ha marcado. Hasta que de pronto… algo me frenó.
Algo me detuvo, me hizo mirar a otro lado, paralizándome en décimas de segundo. Alguien se cruzó en mi camino. Alguien que rompió mis esquemas de forma inexplicable.
No sé qué hacía allí aquella persona ni quien la colocó en mi camino. “Quizá fue el destino” pensé. Pero había algo que seguía sin entender… ¿por qué ahora? ¿Por qué en ese preciso momento? Lo único de lo que estoy completamente segura es de que esa persona me hizo cambiar mi rumbo y mi velocidad.
Aquella persona me enseñó a ver la esencia de cada una de las cosas que me rodeaban. Podía ver cada una de las tonalidades de los colores, podía apreciar cada uno de los sonidos que llegaban a mis oídos de mi alrededor y podía estar atenta a cualquier detalle por insignificante que fuera.
Esa persona que el destino colocó en mi camino en ese preciso momento, me dejó ver que con ella, no me hacían falta las prisas, que un abrazo o un beso, están cargados de sentimientos. Que no debo ocultar esa tonalidad roja de mi cara cada vez que me mira y me sonríe. Simplemente ser yo misma. Ese fue el factor que provocó que en ese preciso momento todo cambiara.

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