jueves, 31 de diciembre de 2015

366 días.

Otro año que se va, 365 oportunidades para ser feliz que, quizá no se aprovecharon del todo.
Empecé el año con la mayor de las ilusiones, escribiendo en un papel todo lo bueno que quería que pasase y, deseando con todas mis fuerzas que todos aquellos miedos e incertidumbres se quedasen lo más alejados posibles de mi mientras veía como aquel papel se reducía a cenizas en el fuego de la chimenea.
Brindé, brindé por todos los momentos buenos que ocurrieron y por todos aquellos que aún estaban por venir. Lloré, lloré porque no soy de piedra y porque sabía que echaría de menos algunas cosas...o personas. Me enfadé, porque sí, porque soy así y porque todo el mundo se enfada. Me equivoqué, porque bueno, soy humana y todos lo hacemos. Me levanté, y me volví a levantar una y otra vez (y levanté a más de uno...y de dos). Conocí a gente increíble y dejé marchar a gente que no lo era tanto. Disfruté como una niña pequeña, porque eso es lo que quiero que perdure en mí el resto de mi vida. Cumplí sueños gracias a la gente que me rodea y con gente que me rodea.
Y todo esto lo volveré a hacer esta noche, aunque las cosas hayan cambiado y aunque la gente ya no sea la misma. Aunque falte algún plato en la mesa que duele más que de costumbre. Porque, sé que si no, no estaré siendo justa conmigo. Volveré a brindar, llorar, enfadarme, equivocarme (a menudo), levantarme, conocer, disfrutar y cumplir sueños. Porque de eso se trata la vida...de hacerse fuerte con los años, ¿no?

Así pues, brindemos por otro año de risas y alegrías y por todos esos llantos, decepciones y problemas que habrá en él. Porque, habrá que ser realistas, ¿no? Que no somos protagonistas de ningún cuento ideal. Que somos personas del mundo real, que se chocan con piedras, paredes e incluso murallas una y otra vez; pero que aprendieron hace ya algún tiempo a disfrutar del camino.

Por otros 366 días cargados de sentimientos, ¡a ser sinceros con nosotros mismos!

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